domingo, 1 de febrero de 2009

Fumate ese debate

Parece que la despenalización del consumo personal de drogas llegará antes de que se propicie su discusión. ¿Será porque pocos se animan a decir en público lo que aprueban en privado?

Publicado el día 25-01-2009 en La Voz del Interior (periodico de Cordoba, Arg) la nota es autoría de Edgardo Litvinoff.

Los agricultores primitivos usaban la resistente fibra para confeccionar prendas, calzados y redes. Las civilizaciones de China y Asia central, y luego las del resto de Asia y África, la emplearon para fabricar papel. Más de 2.700 años antes de la era cristiana, el emperador Shen Nung la recomendaba para tratar la gripe, gota, malaria, desmayos y enfermedades reumáticas.

En la India, hace 35 siglos, se citaba una bebida hecha sobre la base de jugo de cáñamo como la favorita del dios Indra.

Para la tradición brahamánica, consumirla agilizaba la mente. Los budistas la aprovechaban como auxiliar para la meditación.

Herodoto contaba cómo los escitas inhalaban el humo producido de quemar el hachís en piedras calientes.

En los fumaderos de Roma, la gente compraba y consumía la hierba importada de Oriente medio y de Asia menor. En La odisea, Homero la llamaba el “humo del olvido”.

Hasta entonces, el cannabis era un elemento conocido en numerosas culturas, tanto para su uso terapéutico como lúdico o religioso.

Recién en la Edad Media esta planta comenzó a tener mala prensa, luego de que el papa Inocencio VIII, en el siglo XV, condenara su uso, al asociarlo con la brujería.

A comienzos del siglo XIX, Napoleón prohibió su cultivo en Egipto, en medio de la disputa con Rusia e Inglaterra por el comercio de esta fibra, que tanta falta hacía para los barcos de la armada británica.

Pero fue en 1937 cuando el Congreso de Estados Unidos le dio el golpe de gracia, al establecer la prohibición de facto de la “marihuana” (palabra usada por los ‘molestos’ mejicanos del sur), basándose en un brevísimo informe de tres puntos: 1) un estudio del fiscal general de Nueva Orleans, realizado para el director de la Oficina Federal de Narcóticos (FBN, según sus siglas en inglés), en el que se concluía, sin más, que la marihuana era “una droga adictiva que produce insania, criminalidad y muerte”; 2) testimonios de representantes de la industria textil que advertían que era más barato fabricar las sogas con cáñamo importado, antes que plantarlo en el país, y 3) dos estudios, uno de un farmacólogo de la Universidad de Temple que inyectó la sustancia activa del cannabis a 300 perros y otro de la Asociación Médica Norteamericana que no encontraba evidencia “de que la marihuana fuera una droga peligrosa” (The history of the non-medical use of drugs in the United States –Historia del uso no médico de las drogas en Estados Unidos–, por Charles Whithebread, profesor de leyes de USC Law School, http://www.druglibrary.org/schaffer/History/whiteb1.htm ).

Causas inútiles. A 70 años de aquella prohibición que sentaría precedente en América, los 16 a 20 millones de consumidores habituales han convertido a la marihuana en el cultivo más lucrativo en Estados Unidos. Hay alrededor de 800 mil arrestos al año, 90 por ciento de ellos por tenencia simple.

En Argentina, según la Oficina de Investigaciones y Estadísticas del Ministerio Público Fiscal, el año pasado se detuvo por “tenencia para consumo personal” a 2.255 individuos. Se condenó a 112.

Muchos jueces están cansados de llevar estas causas, que casi nunca conducen a nada más que a obligar a los jóvenes a someterse a un tratamiento para cuyo seguimiento no existen recursos.

Éste es uno de los argumentos que esgrime el Gobierno nacional para la despenalización del consumo personal que se avecina, además del respeto constitucional a las acciones privadas que no dañen a un tercero.

Pero si bien la Corte Suprema está lista para avalar esa posición, el debate social aún está lejos de salir a la luz, y con calidad. Sea por falta de argumentos, por hipocresía, por ideología o por subestimación de la capacidad del ser humano para tomar decisiones individuales, muchos no se animan a avalar en público aquello que aprueban en privado.

Un caso típico de esta dificultad ocurrió hace un mes, con motivo de realizarse en Córdoba un encuentro internacional sobre el uso médico del cannabis. Al hacerse público que el Ministerio de Salud provincial avalaría el evento, de inmediato se negó haber concedido tal auspicio, pese a que lo había prometido, según los organizadores, y aunque cuatro años antes –el 27 de abril de 2005– la Provincia sí había sellado por escrito la adhesión a un encuentro similar. La diferencia es que aquella vez no salió en los diarios.

Si ésta es la reacción por un tema que despierta el mayor consenso en lo relacionado con la marihuana –su uso medicinal–, qué se podrá esperar del debate sobre la despenalización de su consumo personal. Ni qué hablar de otras drogas.

Esto va más allá de si son más confiables los estudios que muestran los efectos positivos o los perjudiciales.

Tiene que ver con cuánta tolerancia –y valentía– contamos para informarnos, argumentar, escuchar, reflexionar y, tras un análisis, tomar decisiones emanadas del consenso. No del capricho, de la oposición vacía o de la ciega imposición.

No hay comentarios:

Publicar un comentario